sábado, 14 de diciembre de 2013

Estado ilegítimo

La reciente decisión de la Procuraduría General de la Nación, además de ser anticonstitucional, es la muestra clara de la presencia, en Colombia, de un Estado ilegítimo. La decisión anunciada por Ordóñez fortalece la tesis, propuesta por William Ospina, en que las leyes en Colombia no garantizan los derechos de los ciudadanos sino que, por el contrario, están hechas para ser mudadas conforme el interés político momentáneo. Es muy triste la actual forma para gobernar el país, donde la 'lucha' por el poder consiste en beneficiarse mutuamente para abrazar el poder y favorecer a sus allegados simpatizantes. Me parece que el Frente Nacional se encuentra aún vigente; es tan actual qué, aquella franja que separaba al conservadurismo del liberalismo desapareció, y en cambio se amalgamaron en la más paupérrima ideología de 'hagámonos pasito y repartámonos el tesoro (público)'.

Hoy, el Estado es el desolado conjunto de delfines políticos, qué alimentan a sus enceguecidos seguidores con el espíritu de sus, alguna vez vivos y activos, padres, tíos y/o abuelos. El gobierno es transferido de apellido en apellido, de generación en generación. En paralelo, las guerrillas brotan en cada generación, pero su ideología política se desvanece ante la fuerza opresora del Estado. Momentos cómo el que el país vive hoy, son momentos generacionales; días atípicos en que un grupo de indignados (organizados) se rebela y se subleva contra un Estado ilegítimo. 

Queda ahora en manos de un candidato a su segunda presidencia de la República definir el destino de una ‘nación’ que hierve. En algunos meses sabremos sí Santos será considerado o no cómo un estratega; el presidente tiene el poder qué lo catapultará a continuar deteriorando al país, o en cambio, lo sepultará para abrirle paso a una nueva Colombia.

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